Más de un siglo antes de que la saga Saw deleitase a los millenials con mil y un elaboradas y creativas maneras de matar, un verdadero Jigsaw ya la andaba liando por Estados Unidos.
Hablamos de Herman Webster Mudgett (1861 – 1896), más conocido por el falso nombre de Doctor Henry Howard Holmes, o simplemente H. H. Holmes, que ha pasado a la historia como el primer asesino en serie norteamericano. Al mismo tiempo que Jack el Destripador aterrorizaba Londres, al otro lado del Atlántico Holmes empleaba una metodología más sofisticada, ya que en lugar de mancharse las manos asesinando él mismo, construyó un edificio de tres plantas que lo hacía por él. Pero empecemos por el principio.
Desde muy pequeño, Holmes se sintió atraído por la medicina y la cirugía, aunque de una manera un tanto particular. Mientras estudiaba en la Universidad de Michigan, se dedicaba a robar cadáveres del laboratorio y a desfigurarlos. Una vez irreconocibles, los presentaba ante las compañías de seguros como los “accidentados” beneficiarios de pólizas que él mismo había contratado previamente.
Tras acabar los estudios, dejó a su mujer y a su hijo para marcharse a Chicago a iniciar una carrera laboral en el campo farmacéutico. Allí se casó con otra mujer, que no fue la última, ya que este polígamo llegó a estar casado con tres mujeres simultáneamente (sin saberlo ninguna de ellas).
Tras unos años trabajando en una farmacia, y tras timar y probablemente, asesinar a la anciana propietaria para quedarse con el establecimiento, Holmes compró una parcela de terreno e inició la construcción de su ambicioso proyecto: un edificio de tres plantas al que llamó “Hotel Exposición Universal”, inaugurado a tiempo para el importante evento del mismo nombre que se celebró en Chicago en 1893.
El Castillo, como pronto bautizaron los vecinos al hotel, fue diseñado enteramente por Holmes, que despedía a los obreros a la semana de trabajo para que ninguno tuviera una idea exacta de la estructura del edificio. La primera planta albergaba una farmacia regentada por él mismo y otras tiendas, pero las otras dos, el hotel propiamente dicho, estaban llenas de misterios: escaleras que no llevaban a ninguna parte, puertas que daban a muros de ladrillo, trampillas… Y por supuesto, dormitorios.
Las 71 habitaciones, casi todas sin ventanas, estaban insonorizadas, sólo se podían cerrar desde fuera, y disponían de conductos de gas que Holmes controlaba desde su dormitorio para asfixiar a sus huéspedes. El Castillo disponía también de estancias especiales como una sala revestida de hierro donde sus víctimas eran incineradas vivas, o una enorme caja fuerte donde las encerraba hasta morir.
Una rampa engrasada enviaba los cuerpos directamente al sótano, donde algunos de ellos eran diseccionados y limpiados, y después vendidos a escuelas médicas. El resto eran disueltos en cal o incinerados.
Así pasaron varios años en el Castillo. Algunas de las víctimas de Holmes fueron sus propias empleadas, a las que obligaba a contratar seguros de vida como condición indispensable para trabajar allí (él pagaba las cuotas, pero también era el beneficiario). Muchas otras fueron sus numerosas amantes, y se desconoce el número exacto de turistas que acudieron a la Exposición Universal de Chicago y no volvieron a sus casas por alojarse en el terrible hotel.
Cuando los acreedores empezaron a agobiarle demasiado, Holmes dejó Chicago y comenzó a moverse por Estados Unidos, estafando y matando. Junto a un cómplice habitual, Benjamin Pitezel, y con la colaboración de la esposa de éste, ideó un plan para ganar dinero fácil recurriendo una vez más a los seguros. Pitezel contrataría un jugoso seguro de vida a su nombre, y Holmes presentaría un cadáver desfigurado e irreconocible para cobrar el dinero. Pero Holmes seguía su propia agenda, y eligiendo la vía sencilla, mató a Pitezel y cobró el seguro usando el verdadero cadáver. También asesinó a los hijos de éste, porque why not?
Pero curiosamente, la caída de H. H. Holmes en manos de la justicia nada tuvo que ver con sus múltiples asesinatos. Un ex socio que no había recibido su parte de las estafas alertó a la policía y Holmes fue arrestado. Aunque en un principio sólo pesaban sobre él los cargos de fraude, la investigación sobre el paradero de los hijos de Pitezel y el consiguiente descubrimiento de los cadáveres llevaron a los investigadores a seguir los pasos del asesino hasta adentrarse en su obra maestra, el Castillo. En el sótano del edificio encontraron incontables huesos humanos, una mesa de disección cubierta de sangre seca, y ropa y pelo de las víctimas. Poco antes del juicio, el Castillo ardió hasta los cimientos de manera misteriosa.
H. H. Holmes fue ahorcado el 7 de mayo de 1896 por el asesinato de Benjamin Pitezel. ¿Su última voluntad? Que su féretro fuera llenado de cemento y enterrado a tres metros de profundidad, para que nadie robase y diseccionase su cadáver.
Nací con el demonio dentro de mí. No pude evitar el hecho de ser un asesino más que el poeta puede evitar la inspiración para cantar. Nací con El Maligno presente como mi padrino junto a la cama en la que fui traído al mundo, y ha permanecido conmigo desde entonces.
Pixel Art: H. H. Holmes como el Doctor Fred en Maniac Mansion (1987)