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… Le llamaron Macarroni

posted by pixelskaya octubre 16, 2015 3 Comments

Pixel-Macaronii

 

A no ser que te criases en una cueva, seguro que alguna vez la cantaste de pequeño. A veces era Johnny, otras veces Ronnie (en la versión de Barrio Sésamo), pero el caso es que alguien iba a la ciudad montado en su pony, y por algún motivo que ni nos planteábamos, al llegar allí le llamaban «macarroni». ¿Te viene la melodía a la cabeza? Se trata nada más y nada menos que del «patriótico» Yankee Doodle.

(Por si aún no caes, dejo aquí esta joya en 4:3, que incluye la letra, ortodoncias, y buen #swag infantil en el segundo 40).

 

Yankee Doodle fue a la ciudad,
Cabalgando sobre un pony;
Puso una pluma en su sombrero,
Y lo llamó macaroni.
Yankee Doodle, sigue así,
Yankee Doodle, eres un dandy;
Recuerda la música y los pasos,
¡Y con las chicas sé práctico!
Traducción literal

Digo «patriótico» entre comillas porque aunque ahora lo es, en origen era una canción del elegante ejército británico que se reía precisamente de los desastrosos yankees. Pero esa es otra historia.

El caso es que hay un señor que pone una pluma en su sombrero y lo llama «macaroni» (la doble erre ya fue cosa española). ¿Por qué lo llama así? ¿Por qué en nuestra versión de la canción se lo llaman a él? ¿Qué es un macaroni? ¿Tiene algo que ver con la pasta italiana? No desesperéis, aquí estoy yo para cubrir vuestra necesidad de conocimiento completamente inútil.

La cosa se remonta al siglo XVIII, en el apogeo de algo llamado el Grand Tour; una especie de viaje iniciático que emprendían los jóvenes de la nobleza inglesa para ampliar su formación, y que duraba meses o incluso años. El recorrido habitual empezaba en Dover, desde donde cruzaban el Canal de la Mancha, desembarcando en Francia o en los Países Bajos. Tras contratar un guía que hablase Francés (la lengua de las élites de la época), el turista y su mentor (y sus criados si los tuviera) ponían rumbo a París, donde se solía parar un tiempo para tomar clases del idioma, e incluso de danza o esgrima, ya que adoptar los modales sofisticados (e incluso la moda) de la alta sociedad parisina era muy valorado a la vuelta a Inglaterra.

Pero la verdadera gracia del Grand Tour, para quien se lo podía permitir, empezaba pasados los Alpes (un momento engorroso del viaje que requería desmontar el carruaje y seguir a pie; forja el carácter, que diría el padre de Calvin). Italia era la joya del recorrido.

 

British Gentleman in Rome 1750

Los jóvenes grandtouristas volvían a casa con retratos como éste de 1750; el equivalente a enseñar a tus padres las fotos más modositas del viaje.

 

Tras una larga temporada en el país, estudiando las ruinas de Roma, mezclándose con la alta sociedad florentina y desmadrándose un poco en Venecia, los viajeros tenían que volver a casa a amortizar la gran inversión de sus padres. En una época en la que viajar por mero placer y desarrollo personal era un concepto muy nuevo y accesible a muy pocos, abandonar las amistades forjadas en tan prestigiosos y exóticos lugares debía ser un mal trago. Había que volver a la mansión en el campo de papá, o a una ciudad natal llena de gente paleta y nada sofisticada, ¡ugh! Qué pereza.

Pero el joven que cruzaba el umbral, a menudo nada tenía que ver con el que se marchó; una generación de ingleses con ropa llamativa, pelucas imposibles, maquillaje y modales afectados y afeminados volvía a casa tras moverse durante meses o años en círculos privilegiados y snobs allende el Canal de la Mancha. Sería como la versión antigua y pija del amigo que se va a un pueblo indeterminado de Sudamérica con una beca loca y vuelve con bombachos, condescendiente y queriendo explicarte sus nuevos tatuajes.

 

Macaroni

Ilustración de la época que muestra la sorpresa de un padre al reencontrarse con su hijo.

 

Como no podía ser menos, los recién llegados también querían distinguirse del resto por su forma de hablar, adoptando palabras y expresiones italianas incomprensibles para los no iniciados. Una de ellas era «macaroni», el nombre de un plato aún desconocido en Inglaterra, que pasó a designar cualquier cosa nueva, molona, vigente, a la moda. La palabra, unida al aspecto y los modales de los que la usaban, debía resultar comprensiblemente fastidiosa para el resto de la humanidad, por lo que empezó a utilizarse despectivamente para nombrar a esta nueva pseudo tribu urbana. Nacía la figura del Macaroni.

Existe un tipo de animal, ni macho ni hembra, algo de género neutro, que se ha instalado recientemente entre nosotros. Se le conoce como Macaroni.

Oxford Magazine, 1770

 

Macaroni

#OOTD #NoFilter #MacaroniLife

 

Igual que ha ocurrido más recientemente con los hipsters, el Macaroni se convirtió en un personaje tan odioso como simpático por lo fácil de parodiar que era. En las tiendas de estampas se vendían como rosquillas representaciones de distintos tipos de Macaroni, a cuál más ridícula. Macaronis gordos, Macaronis soldado, Macaronis a los que les cortan la coleta… Incluso un Macaroni negro (basado en un personaje real de la época, el esclavo liberado Julius Soubise).

 

Hipster Barista

Si los memes son las estampas jocosas del siglo XXI, Hipster Barista es el Macaroni máximo.

 

Ante esta moda estrafalaria surgió otra figura como reacción; una que precisamente aparece también en la letra de Yankee Doodle: el Dandy. Un hombre igual de obsesionado con su apariencia, pero muy masculino, sin los elementos que relacionaban al Macaroni con la moda ambigua del Rococó francés (peluca empolvada, maquillaje, lazos, sedas de colores, etc.). El Dandy era extremadamente pulcro y empleaba un lenguaje refinado, pese a no ser de la nobleza. Compartía con su precursor el Macaroni el gusto por la vida ociosa y el culto a sí mismo. El más famoso de todos fue George Bryan «Beau» Brummell. Así es, ya le puedes explicar a tu padre el origen del nombre de su colonia.

 

Beau Brummel

Brummell dibujado por Richard Dighton en 1805.

 

Aunque era más tolerado y agradable a la vista, el Dandy también se fue manierizando y pervirtiendo hasta alcanzar el mismo nivel de ridículo que el colorista Macaroni. Al fin y al cabo, ambas tendencias se basaban en la vagancia, la disipación y la egolatría, con el Dandy acusando especialmente la necesidad de un público para existir. Brummell se dedicaba a ser Brummell. Era como la estrella de Instagram de la época, y como tal murió arruinado y enfermo de sífilis en un manicomio francés (¡dadles tiempo!).

 

Dandies 1818

Caricatura de unos Dandies arreglándose en 1818.

 

En resumen: la canción Yankee Doodle habla de un colono norteamericano tan simplón que cree que con ponerse una pluma en el sombrero ya va a la moda. No neguéis que la duda os atormentaba.

De nada.

 

Pixel Art: Un Macaroni se cuela en el concurso de humanos de Day Of The Tentacle (1993)

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