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agosto 2015

ArteDesastresFrancia

La Balsa de la Medusa, canibalismo en alta mar

posted by pixelskaya agosto 23, 2015 4 Comments

Medusa Raft by Maya Pixelskaya

 

Tanto si te gusta el arte como si visitaste el Louvre sólo por tacharlo de tu guía, es más que probable que en algún momento de tu vida te hayas encontrado frente a La Balsa de la Medusa de Théodore Géricault. Ya fuera el cuadro en sí o una reproducción impresa en una revista o un libro de texto, una cosa es casi segura: no te dejó indiferente.

 

La Balsa de la Medusa

«Pues a mí ni fu ni fa». Salga ahora mismo de mi casa.

 

Casi doscientos años después de ser pintado, este naufragio sigue conmocionándonos por su composición y su ejecución magistrales. Pero, ¿qué representa realmente? ¿Qué era la Medusa? ¿Qué clase de balsa gigantesca es esa, por qué se arracima en ella tanta gente?

Cuando los asistentes al Salón de París de 1819 se encontraron frente a este lienzo monumental (4,91 x 7,16 m), su impresión fue aún mayor, ya que en esos años absolutamente todo el país conocía el tema candente que plasmó Géricault, y la crítica política que subyacía bajo el cuadro. Mi intención, si sigues leyendo, es convertirte en uno de esos enteradillos decimonónicos, sólo que con mejores dientes.

 

La frigata Medusa dibujada por Jean Jérôme Baugean

La fragata Medusa, dibujada por Jean Jérôme Baugean

 

La Medusa (Méduse) era una fragata de la Marina francesa que luchó en las guerras napoleónicas. Un año después de la Restauración de los Borbones en 1815, zarpó como parte de un convoy con destino a Saint-Louis, Senegal, para recuperar el control de las antiguas colonias francesas que los ingleses habían devuelto. Su Capitán era el Vizconde Hugues Duroy de Chaumareys, un hombre con poca experiencia marítima (no había navegado en 20 años), pero cuyo nombramiento respondía a la voluntad de Luis XVIII de que los cargos de la Marina fueran ocupados de nuevo por monárquicos.

En total, la Medusa transportaba a 400 personas. 160 de ellas conformaban la tripulación; entre las demás se encontraban militares, funcionarios, colonos, científicos, y el recién nombrado Gobernador de Senegal junto a su mujer e hija.

En su afán por llegar antes a Saint-Louis, Chaumareys escogió una ruta que bordeaba peligrosamente la costa. Los otros tres barcos que formaban la expedición no siguieron su ejemplo, y la Medusa les perdió de vista. A la altura de Mauritania, la fragata se introdujo en aguas poco profundas y el 2 de julio embarrancó.

Se propusieron varias soluciones para intentar aligerar el navío; la más evidente era deshacerse de los cañones, pero el Capitán se negó. En su lugar, decidió hacer construir una balsa de 20 metros de largo por 7 de ancho para depositar el cargamento. Tres días después, cuando ya estaba casi completada, un vendaval azotó el barco y lo dañó irreparablemente. La Medusa fue evacuada de manera caótica; 167 personas (sólo una mujer) subieron a la inestable balsa, que no disponía de ningún medio de navegación, y que quedó parcialmente semihundida en el agua bajo el peso de sus ocupantes. 17 personas decidieron quedarse en los restos del naufragio a esperar ayuda. El resto ocuparon los seis botes salvavidas disponibles, que se amarraron a la balsa para remolcarla.

 

La balsa tal y como se encontró

La balsa tal y como se encontró

 

La inexistente organización provocó que las embarcaciones salieran casi sin aprovisionar; la mayoría sólo con algún barril de galletas y algo de agua y vino. La balsa, sin embargo, inició su travesía sin un solo alimento sólido, pero cargada hasta arriba de vino y ocupada principalmente por soldados con sables y pistolas. ¿Qué podía fallar?

La balsa estaba sumergida al menos un metro en el agua. Estábamos tan apretados que no podíamos dar ni un paso. En la parte trasera y en la delantera, el agua nos cubría hasta la mitad del cuerpo.

Alexandre Corréard, superviviente

Pronto se vio que remolcar la precaria embarcación iba a ser complicado. Además de lastrar a la expedición, los ocupantes de las demás barcas empezaron a temer que las 167 personas hacinadas en ella les sobrepasasen si decidiesen abandonarla. Por estos motivos, el Capitán Chaumareys siguió cubriéndose de gloria y decidió soltar las cuerdas y dejar a los náufragos a la deriva. Liberadas de su lastre, las seis embarcaciones llegaron a tierra firme esa misma tarde. En la balsa empezaba la verdadera pesadilla.

 

Litografía a partir de una ilustración de Hippolyte Lecomte

Litografía a partir de una ilustración de Hippolyte Lecomte

 

Gracias al testimonio de dos supervivientes, conocemos en detalle lo que ocurrió a bordo. Tras unos momentos de desesperación, se intentó poner cierto orden: se fijó una ración diaria de vino (el único alimento a bordo), se levantó un improvisado mástil y los ánimos se elevaron a base de oración y de fantasear con venganza. Los barcos volverían con ayuda en cuanto tocaran tierra firme, ¿cómo no iban a hacerlo?

La primera noche fue terrible. Las olas engullían la balsa y a sus ocupantes, que se sujetaban donde podían sin ver absolutamente nada. Cuando por fin amaneció, unas veinte personas habían perdido la vida, algunas arrastradas por el mar y otras atrapadas entre los tablones. A lo largo del segundo día, varios hombres se suicidaron lanzándose al agua, pero la esperanza de ver volver a las barcas de rescate mantuvo alta la moral.

La segunda noche trajo una tormenta aún peor que la primera. La violencia de las olas lanzaba a los hombres de un extremo a otro de la balsa, y los que no lograban un sitio en el centro de la misma, morían sin remedio. Soldados y marineros, dándolo todo por perdido, asaltaron los barriles de vino y se emborracharon sin medida. En su delirio, algunos decidieron destruir la embarcación y empezaron a cortar las cuerdas, lo cual provocó una batalla campal con sables y cuchillos. Los amotinados tiraban por la borda a los pasajeros más indefensos; entre ellos a la única mujer y a su marido, que lograron ser rescatados. La luz del día permitió hacer recuento: unos 65 muertos, dos barriles de vino perdidos y los únicos dos toneles de agua potable arrojados al mar. Los cuerpos de los fallecidos durante la noche sirvieron de alimento a algunos; los que no podían superar sus escrúpulos, comían pedacitos de cuero y tela.

El agua del mar había despellejado nuestras piernas casi por completo; estábamos cubiertos de heridas y contusiones que, irritadas por el agua salada, nos hacían emitir constantes gritos de dolor

Alexandre Corréard, superviviente

La tercera noche fue calmada. El agua, no obstante, seguía llegando hasta las rodillas, por lo que la única manera de descansar era sentados, apoyados unos contra otros. Una docena de hombres amanecieron sin vida. Los ánimos mejoraron cuando un banco de peces voladores pasó por la balsa y parte de ellos quedaron atrapados entre los tablones.

La cuarta noche trajo un nuevo motín, esta vez por parte de un grupo de «negros, italianos y españoles». La lucha fue sangrienta, y por la mañana sólo quedaban treinta supervivientes a bordo de la balsa.

 

Dibujo preparatorio de Géricault

Dibujo preparatorio de Géricault

 

Enfriábamos nuestra orina en vasos para beberla. […] A menudo estos vasos eran robados y no se devolvían hasta haber bebido su contenido. Mr. Savigny observó que la orina de algunos era más agradable de beber que la de otros.

Alexandre Corréard, superviviente

Pasaron dos días más sin mayores cambios. La muerte del marinero más joven, un niño de 12 años, marcó la llegada del séptimo día. Para entonces la mitad de los ocupantes de la balsa habían perdido la razón y/o se encontraban gravemente heridos. Con el objetivo de preservar las pocas provisiones que quedaban, los supervivientes más fuertes arrojaron al mar a aquellos que no se podían valer (entre ellos la mujer y su marido). Esto procuró algo de sustento para varios días más a las quince personas que quedaban a bordo, y que fueron por fin rescatadas. Habían pasado trece días a bordo de la balsa de la Medusa.

De los quince supervivientes, cinco murieron a los pocos días. El Capitán Chaumareys envió una expedición a recuperar el oro que quedó a bordo de la fragata, y para su sorpresa, la Medusa seguía intacta. De hecho, tres de las 17 personas que se quedaron a bordo seguían vivas 54 días después.

En 1817 dos pasajeros de la balsa, Henri Savigny y Alexandre Corréard, publicaron su relato del incidente (Naufrage de la frégate la Méduse, disponible en Inglés gratis para Kindle). El libro puso en evidencia el nombramiento a dedo de altos cargos en la Marina, para escándalo del público francés y bochorno de la reinstaurada monarquía.

Entre los conmocionados por las desventuras de los náufragos se encontraba el joven pintor Théodore Géricault, que inició un proceso obsesivo de investigación para la preparación de la obra que establecería su reputación como pintor. Durante diez meses entrevistó a los supervivientes del desastre, y junto a ellos y un carpintero, construyó una maqueta de la balsa de la Medusa lo más fiel posible a la original. Para captar a la perfección el aspecto de una tormenta en el mar, viajó varias veces a la costa a estudiar estos fenómenos, y para lograr el máximo realismo en su representación de los cuerpos, pintaba cadáveres de la morgue de un hospital e incluso se llevaba miembros amputados a su taller.

 

Étude de pieds et de mains, 1818-1819

Étude de pieds et de mains, 1818-1819

 

18 meses después, el cuadro estaba terminado; el artista de 27 años había pintado su gran obra maestra. Y no sólo eso; había prendido la mecha de la controversia con este homenaje a las víctimas del despotismo borbónico y había cruzado el puente del Neoclasicismo al Romanticismo.

¿Qué vendrá a tu mente la próxima vez que te encuentres frente a La Balsa de la Medusa?

Medusa-07-compressor

Que un pis sabe mejor que otro

 

Pixel art: Problemas en alta mar en Asterix & Obelix (1995)

 

CrimenEstados Unidos

H. H. Holmes, el verdadero Jigsaw

posted by pixelskaya agosto 16, 2015 3 Comments

Maniac Mansion H H Holmes by Maya Pixelskaya

 

Más de un siglo antes de que la saga Saw deleitase a los millenials con mil y un elaboradas y creativas maneras de matar, un verdadero Jigsaw ya la andaba liando por Estados Unidos.

Hablamos de Herman Webster Mudgett (1861 – 1896), más conocido por el falso nombre de Doctor Henry Howard Holmes, o simplemente H. H. Holmes, que ha pasado a la historia como el primer asesino en serie norteamericano. Al mismo tiempo que Jack el Destripador aterrorizaba Londres, al otro lado del Atlántico Holmes empleaba una metodología más sofisticada, ya que en lugar de mancharse las manos asesinando él mismo, construyó un edificio de tres plantas que lo hacía por él. Pero empecemos por el principio.

 

Herman Webster Mudgett

Herman Webster Mudgett

 

Desde muy pequeño, Holmes se sintió atraído por la medicina y la cirugía, aunque de una manera un tanto particular. Mientras estudiaba en la Universidad de Michigan, se dedicaba a robar cadáveres del laboratorio y a desfigurarlos. Una vez irreconocibles, los presentaba ante las compañías de seguros como los “accidentados” beneficiarios de pólizas que él mismo había contratado previamente.

Tras acabar los estudios, dejó a su mujer y a su hijo para marcharse a Chicago a iniciar una carrera laboral en el campo farmacéutico. Allí se casó con otra mujer, que no fue la última, ya que este polígamo llegó a estar casado con tres mujeres simultáneamente (sin saberlo ninguna de ellas).

Tras unos años trabajando en una farmacia, y tras timar y probablemente, asesinar a la anciana propietaria para quedarse con el establecimiento, Holmes compró una parcela de terreno e inició la construcción de su ambicioso proyecto: un edificio de tres plantas al que llamó “Hotel Exposición Universal”, inaugurado a tiempo para el importante evento del mismo nombre que se celebró en Chicago en 1893.

El "Castillo" de H. H. Holmes

El «Castillo» de H. H. Holmes

 

El Castillo, como pronto bautizaron los vecinos al hotel, fue diseñado enteramente por Holmes, que despedía a los obreros a la semana de trabajo para que ninguno tuviera una idea exacta de la estructura del edificio. La primera planta albergaba una farmacia regentada por él mismo y otras tiendas, pero las otras dos, el hotel propiamente dicho, estaban llenas de misterios: escaleras que no llevaban a ninguna parte, puertas que daban a muros de ladrillo, trampillas… Y por supuesto, dormitorios.

Las 71 habitaciones, casi todas sin ventanas, estaban insonorizadas, sólo se podían cerrar desde fuera, y disponían de conductos de gas que Holmes controlaba desde su dormitorio para asfixiar a sus huéspedes. El Castillo disponía también de estancias especiales como una sala revestida de hierro donde sus víctimas eran incineradas vivas, o una enorme caja fuerte donde las encerraba hasta morir.

El Castillo de H. H. Holmes en publicaciones de la época

El Castillo de H. H. Holmes en publicaciones de la época

 

Una rampa engrasada enviaba los cuerpos directamente al sótano, donde algunos de ellos eran diseccionados y limpiados, y después vendidos a escuelas médicas. El resto eran disueltos en cal o incinerados.

Así pasaron varios años en el Castillo. Algunas de las víctimas de Holmes fueron sus propias empleadas, a las que obligaba a contratar seguros de vida como condición indispensable para trabajar allí (él pagaba las cuotas, pero también era el beneficiario). Muchas otras fueron sus numerosas amantes, y se desconoce el número exacto de turistas que acudieron a la Exposición Universal de Chicago y no volvieron a sus casas por alojarse en el terrible hotel.

Plano de la segunda planta

Plano de la segunda planta

 

Cuando los acreedores empezaron a agobiarle demasiado, Holmes dejó Chicago y comenzó a moverse por Estados Unidos, estafando y matando. Junto a un cómplice habitual, Benjamin Pitezel, y con la colaboración de la esposa de éste, ideó un plan para ganar dinero fácil recurriendo una vez más a los seguros. Pitezel contrataría un jugoso seguro de vida a su nombre, y Holmes presentaría un cadáver desfigurado e irreconocible para cobrar el dinero. Pero Holmes seguía su propia agenda, y eligiendo la vía sencilla, mató a Pitezel y cobró el seguro usando el verdadero cadáver. También asesinó a los hijos de éste, porque why not?

Benjamin Pitezel

Benjamin Pitezel

 

Pero curiosamente, la caída de H. H. Holmes en manos de la justicia nada tuvo que ver con sus múltiples asesinatos. Un ex socio que no había recibido su parte de las estafas alertó a la policía y Holmes fue arrestado. Aunque en un principio sólo pesaban sobre él los cargos de fraude, la investigación sobre el paradero de los hijos de Pitezel y el consiguiente descubrimiento de los cadáveres llevaron a los investigadores a seguir los pasos del asesino hasta adentrarse en su obra maestra, el Castillo. En el sótano del edificio encontraron incontables huesos humanos, una mesa de disección cubierta de sangre seca, y ropa y pelo de las víctimas. Poco antes del juicio, el Castillo ardió hasta los cimientos de manera misteriosa.

H. H. Holmes fue ahorcado el 7 de mayo de 1896 por el asesinato de Benjamin Pitezel. ¿Su última voluntad? Que su féretro fuera llenado de cemento y enterrado a tres metros de profundidad, para que nadie robase y diseccionase su cadáver.

Ejecución de H. H. Holmes

Ejecución de H. H. Holmes

 

Nací con el demonio dentro de mí. No pude evitar el hecho de ser un asesino más que el poeta puede evitar la inspiración para cantar. Nací con El Maligno presente como mi padrino junto a la cama en la que fui traído al mundo, y ha permanecido conmigo desde entonces.

H. H. Holmes

 

Pixel Art: H. H. Holmes como el Doctor Fred en Maniac Mansion (1987)

Gente curiosa

Tyrion Lannisters de la historia

posted by pixelskaya agosto 10, 2015 1 Comment

Tyrion-Pixel-Art

 

La llegada de Juego de Tronos a las pantallas generó una especie de mantra que los treintañeros repiten sin cesar temporada tras temporada: “Buah, el enano, ¡el enano es el puto amo!”.

El personaje de George R. R. Martin nos fascina; mientras en nuestra mente planea la sombra de los bufones de Velázquez y el anuncio de Amena, aquí se nos muestra a un hombre digno, inteligente, y que no se ve limitado por su condición a la hora de alcanzar sus objetivos. Pero a lo largo de la historia, muchas personas afectadas de algún tipo de enanismo han vivido vidas apasionantes y curiosas. Hagamos un repaso de los más destacados, en orden cronológico.

 

Seneb (2520 a.C.)

En el Antiguo Egipto, ser enano no se consideraba un defecto físico, existiendo incluso dos dioses así representados: Bes y Ptah. El descubrimiento en 1926 de la tumba de Seneb, un importante funcionario aquejado de acondroplasia, demostró que en ocasiones ostentaban cargos de gran prestigio. Seneb poseía veinte palacios, estuvo casado con una sacerdotisa de alto rango, y fue enterrado en su propia mastaba.

Seneb y su famlila

Seneb y su famlila

 

Encontramos otro ejemplo en el Imperio Antiguo con la estatua de Khnumhotep, supervisor de los sacerdotes funerarios, y otro en el impresionante sarcófago de granito del bailarín sagrado Djeho.

 

Khnumhotep

Khnumhotep

Djeho

Djeho

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

… Pero tras unos siglos de gloria y respeto todo se tuerce para las personas bajitas, que pasan a quedar relegadas al mundo del circo, de las curiosidades científicas y a acompañar a nobles para que estos parezcan más altos y poderosos. Veamos algunas excepciones.

 

Richard Gibson (1615 – 1690)

Gibson comenzó su carrera como paje, pero su talento artístico natural le permitió vivir como pintor de miniaturas en la Corte inglesa durante cuatro reinos consecutivos (sin librarse de los chistes derivados de que alguien de su tamaño pintase miniaturas). Se casó con una enana de la corte y juntos tuvieron nueve hijos, todos ellos de estatura normal.

Richard Gibson retratado por Peter Lely en 1658

Richard Gibson retratado por Peter Lely en 1658

 

Jeffrey Hudson, alias «Lord Minimus» (1619 – c. 1682)

No soy la primera en establecer comparaciones entre la vida de este personaje y la de Tyrion Lannister, ya que ambas son apasionantes y trágicas.
Admirado por sus bonitas proporciones, vivió en la corte inglesa y francesa entreteniendo a la nobleza hasta que decidió dejar ese desagradecido papel. Cuando un cortesano le ofendió, Jeffrey le retó a un duelo a caballo con pistolas, pero el contrincante prolongó la burla presentándose con una pistola de agua, y se llevó un disparo (de verdad) en la frente. Jeffrey fue exiliado de Francia, su barco capturado por piratas, y él vendido como esclavo en el Norte de África, donde pasó los siguientes 25 años trabajando en el campo. Tras su liberación regresó a Inglaterra, probablemente esperando algún tipo de pensión, pero se le relacionó de alguna manera con el Complot Papista de 1678 y terminó encarcelado durante unos 5 años. Murió poco después de salir de prisión.

Jeffrey Hudson retratado por Daniel Mytens en 1628-1630

Jeffrey Hudson retratado por Daniel Mytens en 1628-1630

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Maribárbola (? – ?) y Nicolasito Pertusato (c. 1635 – 1710)

Se dice que en la corte de Felipe IV había al menos 110 enanos, pero Maribárbola y Nicolasito merecen su puesto en esta lista por haberse colado en el cuadro español más famoso, Nicolasito además pateando a un perro. El photobombing más magistral de la historia de la pintura.

 

Las Meninas, de Diego Velázquez (1656)

Detalle de Las Meninas, de Diego Velázquez (1656)

 

François de Cuvilliés (1695-1768) 

Este arquitecto y diseñador bávaro, pieza fundamental del Rococó centroeuropeo, empezó su andadura como casi todos: entreteniendo a los nobles. Maximiliano II Manuel de Baviera vio potencial en él, y le envió a estudiar a París, de donde regresó para ocupar su nuevo cargo en la corte; esta vez el de arquitecto.

Salón de los Espejos, Palacio de Nymphenburg (Munich)

Salón de los Espejos, Palacio de Nymphenburg (Munich)

 

 

Józef Boruwłaski (1739-1837)

El más viajero de todos, Józef recorrió las cortes europeas y fue muy admirado por su apariencia, su inteligencia, su habilidad con la guitarra y el violín y sus modales hasta el punto de que otro enano menos agraciado intentó asesinarle.

Józef Boruwłaski retratado por Philip Reinagle

Józef Boruwłaski retratado por Philip Reinagle

 

 

El enano Richebourg (1768-1858)

El espía más pequeño según el Libro Guinness de los Records (58cm). Durante la Revolución Francesa, algunos nobles le emplearon para enviar mensajes secretos dentro y fuera de París vestido de bebé con cartas camufladas entre su ropa.

 

Retrato idealizado de Richebourg

Retrato idealizado de Richebourg

 

Richebourg fotografiado en la vejez

Richebourg fotografiado en la vejez

 

 

El General Tom Thumb (1838-1883)

Bautizado Charles Sherwood Stratton, hizo de su trabajo como enano circense un negocio millonario, convirtiéndose en uno de los personajes más populares de la época en Estados Unidos. Su boda ocupó la primera página de los periódicos y el propio Abraham Lincoln le recibió en la Casa Blanca.

Tom Thumb junto a Lavinia Warren y dos testigos el día de su boda

Tom Thumb junto a Lavinia Warren y dos testigos el día de su boda

 

 

Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901)

Al igual que Tyrion, nació en una familia de aristócratas de la que se sentía apartado por su apariencia física. También como él, estaba a gusto entre las clases bajas, frecuentaba prostíbulos y era adicto a la bebida, hasta el punto de ahuecar su bastón para llenarlo de alcohol. Además de en estas cosas, Toulouse-Lautrec se refugió en el arte y hoy día se le considera uno de los máximos exponentes del Post-Impresionismo junto a Cezanne, Gauguin y Van Gogh.

Henri de Toulouse-Lautrec

Henri de Toulouse-Lautrec

 

La familia Ovitz

De acuerdo, Tyrion sale vivo de toda situación, pero es que estos enanos se pasaron Auschwitz, jefe final incluido.
La familia Ovitz estaba formada por 12 hermanos actores y músicos, 7 de ellos enanos. Bajo el nombre de la Lilliput Troupe, recorrieron Rumanía, Hungría y Checoslovaquia entre los años 30 y 40, hasta que en 1944 fueron deportados al campo de concentración. En un lugar donde el más mínimo defecto físico te enviaba a la cámara de gas, la familia sobrevivió al completo. ¿Su salvador? Nada menos que Josef Mengele, el Ángel de la Muerte, que aunque experimentó con ellos, insistió en mantenerles con vida.

 

La familia Ovitz

La familia Ovitz

 

 

Michel Petrucciani (1962-1999)

Este famoso pianista de jazz, considerado uno de los mejores de su generación, sufría osteogénesis imperfecta, que además de impedir su crecimiento y hacer quebradizos sus huesos, le provocaba un dolor constante en los brazos. Eso no le impidió marcharse a París con 15 años desobedeciendo a su familia para labrarse una carrera musical meteórica que culminó con su muerte a los 36 años.

Petrucciani junto a su hijo Alexandre, que también sufre osteogénesis imperfecta

Petrucciani junto a su hijo Alexandre, que también sufre osteogénesis imperfecta

 

Y aquí acaba mi pequeño recorrido por las vidas de grandes hombres; ¿me dejo alguno? ¡Contádmelo en los comentarios!

 

 

Pixel Art: Tyrion, no muy interesado en la seta de Super Mario Bros (1985)

FranciaMuertes tontasReyes y Reinas

El Baile de los Ardientes, fire in the disco!

posted by pixelskaya agosto 6, 2015 1 Comment

Bal-Ardents-Pixel

 

El hombre ha celebrado fiestas desde el origen de los tiempos; ergo, desde el origen de los tiempos, las fiestas se han ido de las manos. El Bal des Ardents, o Baile de los Ardientes, fue una de las más famosas, y como habréis adivinado, el nombre se le puso a posteriori.

Este hecho histórico debe su fama fundamentalmente a que uno de sus protagonistas fue el mismísimo Rey de Francia, Carlos VI. Un monarca que inició su reinado bajo el sobrenombre de “El Bienamado” por las beneficiosas reformas que inició en el país, pero que, tras una serie de anécdotas sin importancia (matar a varios de sus hombres a espadazo limpio, no cambiarse de ropa en 5 meses, afirmar estar hecho de cristal), pasó a ser conocido como “El Loco”.

 

Bal Ardents 02

Carlos VI, en el centro, atacando a sus propios caballeros en mitad de una campaña militar.

 

Tras las primeras demostraciones de locura, el médico real ordenó a la Corte y a los asesores del Rey que le mantuvieran entretenido y tranquilo, alejado de las presiones de su cargo. Comenzó entonces una época de incesantes y extravagantes festejos para la nobleza de la capital, algo que los parisinos no vieron con muy buenos ojos en plena Guerra de los Cien Años.

Fue en este clima decadente cuando, el 28 de enero de 1393, se celebró el matrimonio de una de las damas de compañía de la Reina con un baile de máscaras. Cinco caballeros de la Corte se disfrazaron, junto al Rey (que iba de incógnito), de hombres salvajes, para lo cual cosieron a sus ropas tela de lino empapada en cera resinosa de la que colgaban cabos de cáñamo. Al ser disfraces altamente inflamables, se prohibió el fuego en la sala. Pero Luis, el hermano del Rey, llegó tarde y borracho a la fiesta, alumbrándose con una antorcha…

 

Bal Ardents 01

Los Ardientes, de izquierda a derecha: Carlos VI escondido entre las faldas de su tía, cuatro caballeros en llamas, y uno metido en un barril de vino. Mi favorito es Luis, arriba, sonriente con la antorcha entre las manos.

 

El Rey sobrevivió gracias a la rápida actuación de su tía de 15 años, que le tapó con su falda. Otro ardiente sobrevivió al lanzarse dentro de un barril de vino, pero los demás murieron. Los ciudadanos de París vieron en este suceso un claro ejemplo de la depravación de la nobleza, y ante la amenaza de revueltas violentas, la Corte entera tuvo que hacer penitencia en Notre Dame.

La Historia se repite, y más aún si el tema en cuestión es un desmadre festivo entre los más privilegiados. Sin salir de Francia, siglo y medio después, el Rey Enrique II moriría participando en una justa durante la boda de su hija. Y, entre otros factores, el estilo de vida fiestero y despreocupado de la nobleza desencadenaría en 1789 la Revolución Francesa.

 

 

Pixel Art: El Baile de los Ardientes trasladado a la fiesta de la Gobernadora Marley en Monkey Island 2: LeChuck’s Revenge (1991)

 

FranciaGente curiosa

El Chevalier D’Eon, un travesti en la Corte de Luis XVI

posted by pixelskaya agosto 5, 2015 3 Comments

Pixel-DEon

 

El siglo XVIII francés es una mina inagotable de personajes curiosos. Uno de ellos, el conocido como Chevalier D’Eon (1728-1810), ha pasado a la historia como uno de los travestis más famosos de todos los tiempos. He aquí un pequeño resumen de su ajetreada vida.

 

D'Eon 01

El Chevalier antes de su transformación

 

Charles-Geneviève-Louis-Auguste-André-Timothée d’Éon de Beaumont (recuperad el aliento) entró a formar parte de la red personal de espías de Luis XV en 1756. El monarca le envió a Rusia en un momento en que sólo mujeres y niños podían cruzar esa frontera, por lo que se disfrazó de mujer (se hizo llamar Lady Lea de Beaumont) y se convirtió en dama de honor de la Emperatriz. Tras cuatro años allí, volvió a Francia y a ocupaciones más masculinas, como luchar en la Guerra de los Siete Años.

Por diversos conflictos diplomáticos, y porque poseía documentos que a Luis XV no le interesaba que se conocieran, terminó exiliado en Inglaterra, donde se rumoreaba que era en realidad una dama.

Tras la muerte de Luis XV se le permitió regresar a Francia a cambio de entregar los documentos comprometedores. El Chevalier d’Eon proclamó entonces ser anatómicamente una mujer, y pidió que se le permitiera regresar a su país legalmente como tal. El nuevo Rey, Luis XVI, se lo permitió siempre y cuando llevase siempre ropa femenina (y le dio fondos para su nuevo armario).

 

D'Eon 02

D’Eon alrededor de los 40 años

 

En 1785 la Chevalière volvió a Inglaterra. Pasaron los años, y el gobierno revolucionario francés confiscó sus posesiones, como a todos los emigrantes. Sin dinero, propuso a la Asamblea Nacional liderar una división de mujeres soldado. Le ignoraron. Pasó sus últimos años en la pobreza, pasando por prisión por sus deudas y viviendo con una viuda.

Murió a los 81 años, y los médicos que examinaron su cuerpo constataron que era un hombre. Había vivido 49 años como hombre y el resto como mujer. Con esta cara que veis.

 

D'Eon 03

1792, retrato de Thomas Stewart

 

¿Rococó francés y travestismo? La historia de D’Eon lo tenía todo para atraer al público japonés. Y como no podía ser de otra manera, en 2006 se le dedicó una serie animada que poco tiene que ver con la historia del personaje real, pero que hace las delicias de los crossplayers (mezcla de crossdressing y cosplayer). A mí personalmente me parece que ninguna ficción puede mejorar la Historia, ¿me dejáis que os lo demuestre?

 

D'Eon 04

Frances Foo como el Chevalier D’Eon en su versión anime

 

Pixel Art: El Chevalier D’Eon paseando junto a Poison, el ambiguo y polémico personaje de Final Fight (1989)